domingo, 21 de agosto de 2011

Entendamos el estres traumático infantil

  • Cómo responder al peligro
Antes de que podamos entender lo que significa una “experiencia traumática” o “el estrés traumático” debemos pensar en qué reconocemos y manejamos el peligro. La mente, el cerebro y el cuerpo están programados para que hagamos que el peligro sea lo primordial para nosotros. Las cosas que representan un peligro cambian durante el transcurso de la niñez, de la adolescencia y de la adultez. Para los niños más pequeños, las piscinas de natación, los tomacorrientes, los venenos y los objetos afilados son cosas peligrosas. Para los niños de edad escolar, caminar a la escuela, correr en bicicleta por la calle o subirse a lugares altos presentan nuevos peligros. Par los adolescentes, el acceso a los automóviles, pistolas, drogas y tener más independencia —especialmente de noche— son nuevas dimensiones de peligro. Los peligros cambian de acuerdo con el lugar donde viven los niños y conforme a cuáles sean las circunstancias de la familia. Por otra parte, los peligros varían según la historia de las sociedades y de las culturas. En una situación peligrosa suceden tres cosas. Primero, tratamos de establecer cuál es el peligro y cuán grave es. Segundo, tenemos fuertes reacciones emocionales y físicas. Estas reacciones nos ayudan a tomar medidas, aunque éstas podrían ser muy perturbadoras y difíciles. Tercero, intentamos buscar la forma de hacer algo que nos ayude a protegernos del peligro. Tratamos de prevenirlo, de protegernos a nosotros mismos y de proteger a otras personas, o hacemos algo para evitar que el peligro empeore. La forma en que nos sentimos ante un peligro depende de dos cosas: de cuán grave pensemos que pueda ser el peligro y de lo que creamos que podemos hacer para contrarrestarlo.
  • Cuando el peligro se torna en trauma Vivimos a diario rodeados de peligros.
A medida en que los niños y los adolescentes crecen, van aprendiendo acerca de distintos tipos de peligro. Siempre buscamos maneras de que la vida sea más segura. Sin embargo, a veces suceden cosas terribles dentro y fuera de la familia. Éstas pueden surgir de imprevisto, en el momento menos pensado. Los niños podrían experimentar traumas diversos en el transcurso de la niñez a la adolescencia. Algunos traumas, tales como el de maltrato infantil o presenciar actos de violencia en el hogar, pueden ocurrir repetidas veces y por mucho tiempo. Los peligros pueden llegar a ser “traumáticos” cuando amenazan con producir graves lesiones o muerte. Las experiencias traumatizantes incluyen también la violación física o sexual del cuerpo. El presenciar actos de violencia, graves lesiones o una muerte grotesca puede ser igualmente traumático. En situaciones traumatizantes sentimos la amenaza inminente sobre nosotros o sobre otras personas y, con frecuencia, graves daños y desgracias las siguen de inmediato. Sentimosterror, impotencia u horror como respuesta a la gravedad de lo que está sucediendo y por no poder hacer algo para protegernos o cambiar completamente los resultados perjudiciales. Estas emociones poderosas y perturbadoras van acompañadas por fuertes y aterradoras reacciones físicas como palpitaciones aceleradas, temblores, saltos en el estómago y la sensación de que uno está pasando por un sueño. Existen peligros de gran escala tales como desastres, guerras y terrorismo que amenazan a un número grande de niños y familias al mismo tiempo. Hay peligros que son particulares a una comunidad o a un vecindario, tales como el crimen, la violencia en la escuela y los accidentes de tránsito. Dentro del hogar hay también peligros: violencia doméstica y maltrato y abuso infantil. Las experiencias traumáticas pueden caber dentro de varias categorías.
  • Lo que una situación traumatizante significa para un niño pequeño.
Imagínese lo que sería para un niño pequeño encontrarse en una situación traumatizante. Pueden sentirse totalmente impotentes y pasivos. Pueden llorar para pedir ayuda y desear desesperadamente que alguien intervenga. Verse obligados a separarse de los padres o de quienes estuviesen a cargo de su cuidado puede hacerlos sentir amenazados. Para juzgar la gravedad del peligro, los niños pequeños dependen del “escudo protector” que les proveen los adultos y hermanos mayores y también dependen de ellos para su seguridad y bienestar. Son muchas las veces en que ellos no se dan cuenta del peligro hasta el momento mismo del trauma. Por ejemplo, cuando están a punto de ahogarse, de quemarse accidentalmente o de ser atacados por un perro. Los niños pequeños pueden ser el blanco de maltrato o de abuso sexual precisamente de las personas en quienes confían para protección y seguridad propia. Algunos niñitos presencian incidentes de violencia en su propia familia y hay casos en que quedan desamparados luego de que uno de sus progenitores, o la persona que los cuida, resulta herida, por ejemplo, en un espantoso accidente automovilístico. Las peores dificultades son las intensas reacciones físicas y emocionales que surgen como consecuencia. Los niños se angustian sobremanera al oír a uno de sus progenitores, o a la persona a cargo de su cuidado, llorar amargamente.
  • Lo que una situación traumatizante significa para un niño de edad escolar.
Al ir enfrentándose a otros peligros, los niños de edad escolar van adquiriendo capacidad para juzgar el punto de gravedad de una amenaza. Ya empiezan a pensar en qué forma podrían protegerse. Por lo general no se ven a sí mismos con el poder para encarar un peligro grave, pero ya pueden imaginar lo que quisieran poder hacer y cómo llegar a actuar como héroes de las tirillas cómicas. Por lo tanto, en situaciones traumatizantes, como en casos en que un familiar es el blanco de la violencia, los niños de esta edad pueden sentirse que son un fracaso por no haber hecho algo para ayudar a la víctima. También, a veces se sienten abochornados o culpables. Hay acontecimientos traumáticos que les suceden a los padres no estando los niños con ellos porque se encontraban en la escuela, en el vecindario o jugando con sus amigos. Es mayormente en esta edad, durante los años escolares, que los niños son víctima de acoso sexual. A esta edad, los niños se asustan por la precipitación de sus emociones y de sus reacciones físicas y esto hace que sean más sus temores a los peligros del exterior. Esto se puede ilustrar esto con las palabras de una niña de ocho años al describir cómo se sentía ante un suceso traumatizante: —Mi corazón palpitaba a tal velocidad que llegué a pensar que me iba a partir en pedazos.

(Entendamos el estrés traumático infantil,National Child Traumatic Stress Network,www.NCTSNet.org, http://www.nctsn.org/nctsn_assets/pdfs/edu_materials/Entendamoselestrtraumtico.pdf)




Concepto de Trauma Psicológico

El concepto de stress ha ido evolucionando a lo largo de estas últimas décadas. Originalmente, Selye lo definió como la Respuesta General de Adaptación del organismo frente a un estímulo amenazante. Esa respuesta puede ser de dos tipos:

de afrontamiento de la situación o
de huida, lo que en inglés se denomina fight, or flight.

Frente a esta situación el organismo reacciona preparándose para la lucha o la huida. Es así a que se produce un aumento en el ritmo cardíaco, en el ritmo respiratorio, aumento de la presión sanguínea, se dilatan las pupilas, se tensan los músculos, se produce una vasoconstricción periférica, aumenta la glucemia, se libera adrenalina, noradrenalina, glucocorticoides, etc. Luego de terminada la pelea o concretada la huida, el organismo recupera su metabolismo original, y la respuesta al estrés desaparece.

Ahora bien, cuando el individuo

A. es enfrentado a una situación percibida como amenazadora para la vida o la integridad física propia o ajena, y
B. reacciona con intenso temor, horror o pánico
se configuran los factores necesarios como para que ese individuo desarrolle un Trastorno por Estrés post Traumático (PTSD por sus siglas en inglés). Vale decir que la respuesta al estrés de la situación amenazante se autoperpetúa, configurando de esta manera la situación traumática.

Es interesante destacar que con la clasificación DSM IV se produce un cambio de paradigma, expresado en el punto B: el acento recae sobre la reacción del individuo (y no sobre el evento como lo era previamente), es decir el hecho traumático es definido por la reacción del individuo.

Los efectos del trauma psicológico se expresan, entonces, como cambios en la respuesta biológica al estrés, produciendo alteraciones profundas en los mecanismos hormonales relacionados con éste, y en el procesamiento de la memoria. De esta manera, el hecho traumático interrumpe la línea histórica normal de la vida de la víctima, produciendo profundas alteraciones a nivel biológico, emocional, cognitivo y relacional. Es así que la víctima sufre tres clases de síntomas:

A. de reexperimentación del hecho traumático (flashbacks, pesadillas, etc.),
B. de evitación de los estímulos asociados al trauma y de embotamiento psíquico y emocional (sentimientos de desapego, anhedonia, amnesia total o parcial del hecho traumático, etc.) y
C. de hiperactivación (hyperarousal) (hipervigilancia, dificultades para dormir, respuesta de sobresalto, irritabilidad, etc.)
Estos síntomas, que muchas veces son de aparición tardía (hasta años después de ocurrido el hecho traumático), suelen ser mal interpretados, y diagnosticados como depresión, trastornos psicóticos, simulación, etc.

Se suele interpretar a este trastorno como una falla en el mecanismo de la memoria, un intento fallido de archivar el hecho traumático en la memoria explícita o narrativa. De esta manera, quien sufre de un trastorno por estrés post traumático parece haber quedado congelado en el tiempo, fijado al hecho traumático y parece condenado a la dialéctica de, por un lado, revivirlo permanentemente (en un aparente intento de procesarlo o archivarlo) y por otro a evitarlo, olvidarlo, y/o anestesiar sus sentimientos y reacciones para evitar el sufrimiento. El hecho traumático no se “recuerda” sino que se “revive”.

(Eduardo H. Cazabat)

El Maltrato Infantil es una experiencia potencialmente traumática para los niños.

El trauma infantil

Un trauma infantil eleva el riesgo de sufrir Síndrome de Fatiga Crónica

Leemos la publicación de un estudio en Archives General Psychiatry de la Asociación Médica Americana que un trauma infantil eleva el riesgo de sufrir Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) hasta en seis veces, es decir, los niños que durante su infancia sufren un trauma como puede ser el abuso sexual o el maltrato emocional, tienen más posibilidades de desarrollar la mencionada enfermedad.

El Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) es una enfermedad de la que se conoce la causa y que afecta físicamente a quien lo sufre con fatiga, cansancio o agotamiento prolongado que reduce la capacidad de realizar las actividades diarias hasta en un 50%. También se revela con dolores musculares, de articulaciones y cefaléas, además de muchas veces provocar dificultad de concentración o falta de memoria.

No es una enfermedad que sea provocada por otras enfermedades de forma directa y el descanso no es el remedio ni el tratamiento para esta enfermedad, aunque evidentemente, no se pueden realizar las labores que el día a día exige del mismo modo que lo pueda hacer una persona sana.

La investigación que concluye con que un trauma infantil eleva el riesgo de sufrir Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) ha sido realizada por la Universidad de Emory y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE.UU., y dirigida por Christine M. Heim, quien cree en la posibilidad de que los bajos niveles de cortisol sean un marcador para el riesgo de sufrir la enfermedad en lugar de ser un signo de la misma.

Al parecer, los bajos niveles de cortisol son una característica biológica del SFC, y en el estudio llevado a cabo se contempló que los niños que habían sufrido un trauma tenían déficit de los efectos de esta hormona pudiéndoles provocar estrés. Ya sabemos que el cortisol es una hormona segregada en momentos tensos o de estrés.

Las conclusiones del estudio precisan de refuerzo, de nuevas investigaciones, pues sólo se han basado en el análisis de 113 personas adultas con SFC y 124 personas adultas que no padecían la enfermedad, aunque para seleccionarlas tomaron datos de casi 20.000 individuos. Cada uno de ellos respondió a un cuestionario sobre los traumas que pudieron haber sufrido en la infancia, como los mencionados abusos sexuales, maltrato emocional o físico y desatención emocional o física. También se tomaron muestras de saliva para medir los niveles de cortisol en el momento del día en el que son más elevados.

Fueron los que mostraron niveles más bajos de cortisol los que coincidían con antecedentes de trauma infantil, pero destacan que no todos los que padecían el Síndrome de Fatiga Crónica habían pasado por una experiencia negativa en su infancia.

El cerebro en desarrollo de los niños es vulnerable a las alteraciones por situaciones desagradables según explican los expertos y esto puede afectar a la salud en el estado adulto, como muchas otras cosas. Debemos proteger a los pequeños y proporcionarles todo aquello que precisan para un desarrollo adecuado y un estado emocional satisfactorio.

(www.pequelia.es/.../un-trauma-infantil-eleva-el-riesgo-de-sufrir-si... )-