Los ocho principios básicos de la Terapia de Juego
1. El terapeuta debe desarrollar una relación interna y amigable con el niño, mediante la cual se establece una armonía lo antes posible.
El terapeuta entrevista al niño por primera vez; está estableciendo el contacto inicial; la estructuración ha empezado. Una sonrisa es por lo general un principio de ternura y amistad. Unas cuantas palabras de saludo bastaran para establecer la relación. Es conveniente que el terapeuta lleve al niño al cuarto de juego por su propio deseo. Muchas de las veces el niño desea que la puerta se quede abierta y se le sugiere al niño que la cierre cuando él se sienta preparado. El cerrar la puerta voluntariamente puede indicar un cierto proceso en lo relativo a establecer el contacto. Eso parece ser un rasgo de confianza hacia el terapeuta, así como una pausa que indica cierta madurez hacia una nueva independencia, así como habilidad de su parte para tomar decisiones. Aun cuando parece que la relación establecida entre el terapeuta y el niño, en terapia de grupo puede ser menos profunda que aquella que se establece en la individual; la presencia de otros niños que reaccionan en diversas formas ante la situación parece ser ventajosa para desarrollar una buena armonía.
2. El terapeuta acepta al niño tal como es.
La total aceptación del niño se demuestra por medio de la actitud del terapeuta. El conserva una relación tranquila, segura y amigable con el niño. El niño es un ser sensitivo y está capacitado para captar hasta el rechazo más velado hacia su persona par parte del terapeuta. La aceptación no implica una aprobación de lo que él está haciendo. El aceptar al niño va más allá de establecer el contacto inicial y llevarlo hasta el cuarto de juego y principiar la terapia. Después de que la terapia se encuentra encaminada, el terapeuta debe conservar una actitud accesible ante todas las cosas que el niño hace o dice. El proceso de la terapia no directiva esta tan entrelazado que es difícil decir donde se inicia o termina un principio. Son intercomunicados e interdependientes. Para aplicar este principio en una situación de grupo, el terapeuta está obligado a vigilar continuamente sus respuestas para que ningún niño en el grupo se sienta en momento alguno que está siendo comparado o contrastado con cualquier otro miembro del grupo.
3. El terapeuta crea un sentimiento de actitud permisiva en la relación, de tal forma que el niño se siente libre para expresar sus sentimientos por completo.
La hora de terapia es la hora del niño y puede utilizarla como desee. La intensidad con que el niño exterioriza sus sentimientos durante ese tiempo en el cuarto de juego es posible debido a la permisividad que es establecida por el terapeuta. Hasta siento punto, esto depende de la expresión verbal de la permisividad por parte del terapeuta, pero abarca mucho, más que eso. Cuando el niño y el terapeuta entran el cuarto de juego, el por lo general dice: puedes jugar con cualquiera de estos juguetes en la forma que desees durante una hora. En ocasiones el terapeuta piensa que si juega con el niño se suscitara una determinada acción. Entonces puede decidir intervenir y atraer al niño par que lo imite. Tal parece que la absoluta permisividad que está basada en una total ausencia de sugerencias es más apropiada para el éxito de la terapia. La experiencia en la terapia de grupo parece activar los sentimientos de permisividad en el niño. Cada niño deriva un sentimiento de seguridad del grupo. Los niños captan la pronta aceptación de cada uno de sus compañeros de grupo hacia el terapeuta y la libertad de expresión parece ser contagiosa.
4. El terapeuta está alerta a reconocer los sentimientos que el niño está expresando y los refleja de nuevo hacia él de tal forma que logra profundizar más en su comportamiento.
Reconocer e interpretar los sentimientos son dos cosas diferentes. El juego del niño es símbolo de sus sentimientos, y cada vez el terapeuta intenta transformar el comportamiento simbólico en palabras, porque interpreta diciendo lo que piensa que el niño ha expresado en sus acciones. Esto parece inevitable y también ventajoso. El uso cuidadoso de la interpretación parece ser la mejor política, con el terapeuta realizando interpretaciones lo menos posible y, cuando esto fuera necesario, basándose en la obvia actividad del juego del niño. Aun entonces, la respuesta del terapeuta deberá incluir el símbolo que el niño ha utilizado. Cuando el terapeuta capta el sentimiento que es expresado y lo reconoce, el niño toma su punto de partida de ahí y el terapeuta puede en realidad observar al niño al adquirir una completa visión de si mismo. Cuando se encuentra más de un niño en el cuarto de juego las oportunidades del terapeuta para reflejar sentimientos se ven reducidas. No es posible captar todos los sentimientos que están siendo expresados. El terapeuta debe centrar su atención individualmente y al mismo tiempo dividir sus respuestas para que ningún niño se sienta desatendido. En ocasiones un niño imitará a otro niño solo para obtener la atención del terapeuta.
5. El terapeuta observa un gran respeto por la habilidad del niño para solucionar sus problemas, si a éste se le ha brindado la oportunidad para hacerlo. Es responsabilidad del niño decidir y realizar cambios.
Cuando el terapeuta deja al niño que sea responsable de hacer los cambios, esta centrando la terapia en el niño. El terapeuta intenta ayudar al niño a comprender que él es responsable de si mismo. No existe presión alguna para realizar esto. Es parte de la estructura de la terapia. Empieza con cosas pequeñas, como materiales que se encuentran en el cuarto, y se prolonga durante toda la relación. Al niño se le brinda la oportunidad de obtener su equilibrio. Él adquiere confianza en si mismo y autorrespeto. Edifica su propia estimación. Esta hora es suya y el terapeuta no intervendrá. Este principio no es valorado en forma alguna, ya sea en la experiencia individual o de grupo. Se aplica en todo momento a cada niño, no importa si está solo o en un grupo. Las diferentes personalidades de los miembros del grupo no influyen el principio. Aun en un grupo en donde un niño es dominado por completo por el resto de los demás, ese niño toma la decisión de salir de ese estado de dominación voluntariamente.
6. El terapeuta no intenta dirigir las acciones o conversación del niño en forma alguna. El niño guía el camino; el terapeuta lo sigue.
Aquí el terapeuta no intenta dirigir las acciones o conversación del niño en forma alguna. El niño guía el camino; y el terapeuta lo sigue. El terapeuta invariablemente se apega a la política no directiva. No realiza preguntas inquisitorias, excepto, tal ves, si el niño inicia una conversación respecto a algo que le ha molestado. El terapeuta elimina cualquier palabra de alabanza, así que el niño no tiene ningún incentivo para actuar en determinada forma con el objetivo de lograr más halagos. Tampoco crítica sus acciones, así que él no se siente inhibido o fuera de lugar. Sí solicita ayuda, el terapeuta se la brinda. Si pregunta respecto al uso de ciertos materiales, el terapeuta lo orienta. El terapeuta no realiza sugerencias. El cuarto de juego y los materiales en el están a disposición del niño, en espera de su decisión.
7. El terapeuta no pretende apresurar el curso de la terapia. Este es un proceso gradual y, como tal, reconocido por el terapeuta.
El terapeuta no pretende apresurar el curso de la terapia. Este es un proceso gradual y, como tal, reconocido por el terapeuta. La ley de la disposición opera en la sesión de terapia. Cuando un niño esté en disposición para expresar sus sentimientos en presencia del terapeuta, así lo hará. No puede apresurársele para que lo haga. El intento de forzarlo ocasiona su retraimiento. El niño vive en un mundo de prisa y ruido. Este es un lugar enorme, y él necesita tiempo para asimilarlo.
8. El terapeuta establece solo aquellas limitaciones que son necesarias para conservar la terapia en el mundo de la realidad y hacerle patente al niño de su responsabilidad en la relación.
El terapeuta sólo establece aquellas limitaciones que son necesarias para conservar la terapia en el mundo de la realidad y hacerle patente al niño su responsabilidad en la relación. Las limitaciones que son establecidas en la relación no-directiva son naturalmente muy pocas, pero muy importantes. Es conducente para una buena terapia el confinar la mayor parte de las limitaciones en cosas materiales, tales como la destrucción a placer de los materiales de juego, averiar la habitación y atacar al terapeuta. De igual forma, limitaciones con sentido común que son necesarias para la protección del niño deben ser incluidas. Por último el lapso de la sesión de juego es determinado y respetada su duración.
estos principios a la hora de la práctica, son esenciales, marcan el camino y los logros que se llevarán a cabo durante el tratamiento del niño.
ResponderEliminarCristina Ruiz